jueves, junio 19, 2008

Lo mató el aparato

A Carlos Marriera, el joven tucumano que falleció ayer antes del acto del PJ en la Plaza de Mayo lo mató el aparato. Y cuando digo el aparato no me refiero al artefacto lumínico que se desplomó sobre su cabeza. Estoy hablando del sistema clientelar que lo llevó desde San Isidro de Lules hasta el centro de la ciudad de Buenos Aires.

Muchos pueden argumentar que es una exageración trasladar la culpa por una fatalidad del destino y restarle protagonismo al azar para depositarlo en el sistema de reclutamiento político que llevó a Marriera a la plaza. El problema es que el destino pierde fuerza como causa cuando la víctima tuvo poco margen para elegirlo.

Eso es lo que le ocurrió a Marriera, quien -según contó su padre a distintos medios- "trabajaba en la municipalidad como empleado transitorio, o sea, que era un desocupado. En ese lugar, él tenía muchos amigos que lo invitaron a realizar el viaje porque tenían todo pago". Una persona sin trabajo pierde la autonomía y se convierte en presa fácil de la trampa del clientelismo.

La irresponsabilidad del aparato sería mucho más grave si se confirma -según mostraron las cámaras de seguridad de la Plaza- que la farola que terminó con la vida de Marriera se desprendió de la columna de luz por la fuerza ejercida por un pasacalle atado a ella que embolsó el fuerte viento de la mañana. Cabe decir que una ordenanza prohíbe colgar carteles de las luminarias públicas. Sin embargo, está claro que al aparato le interesa más mostrar bien alto sus pancartas para dejar constancia del origen de las tropas y poder conseguir favores y presupuestos a cambio de esa fidelidad en el futuro.

Más información:

Clarín
La Nación
Perfil
Crítica

1 comentario:

guadis! dijo...

Buen post. También se dijo que había viajado a Bs. As. por $100. Nadie se imaginaba que algo así iba a pasar, no?